Centro Holística Hayden

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5 de mayo de 2011

LOS TRES PLANETAS EXTERIORES

En los últimos días de la mitad oscura del Ciclo, la Inteligencia Universal sabía que ya era tiempo de que despertáramos. Enfrentada a la tarea de sacar a la humanidad de su sueño y teniendo en claro que un despertar completo llevaría tiempo, hizo sonar la alarma inicial encendiendo el interruptor que iluminó a los tres planetas exteriores.

La interpretación astrológica del descubrimiento de un nuevo planeta sugiere que este es "descubierto" cuando las fuerzas que rige ya están listas para ser sembradas en el inconsciente colectivo. Antes del final del siglo XVIII, Saturno era el planeta "más exterior". Como arquetipo de la restricción, de la dominación masculina y de la muerte, Saturno mantenía al sistema solar y a nuestra conciencia dentro de sus anillos; pero Saturno fue cuestionado cuando Urano, Neptuno y Plutón hicieron su debut. La historia nos muestra cuántas cosas han cambiado en los últimos doscientos años, y no se necesita demasiado para ver que los tres planetas exteriores abrieron puertas de la percepción que habían estado cerradas bajo llave antes de su descubrimiento.

Visto por primera vez en 1781, Urano encendió el impulso revolucionario que incita al alma a independizarse de todo lo que la restrinja. Su descubrimiento nos dio el poder de modificar nuestras creencias fundamentales, quebrar toda forma de pensamiento que nos mantuviera dormidos y despertar a una visión mayor de la verdad. Las grandes revoluciones y los acontecimientos que le restituyeron el poder a la gente coincidieron con el desencadenamiento del impulso de Urano. La mente superior despertó en ese momento, también. Como octava superior de Mercurio, Urano despertó porciones del cerebro que nos eran inaccesibles bajo la regencia de Saturno.

Cuando apareció Neptuno, sesenta y cinco años más tarde, abrió el portal a los reinos espirituales. Neptuno nos liberó de la creencia de que existimos separados de todo lo que es, e instaló el chip que nos hizo posible ver que todo coexiste en un mar de unidad y amor incondicional. Después de eones de separación y restricción, este soplo de aire fresco expandió nuestro concepto de divinidad para incluir en la ecuación a toda vida.

Si quiere verificarlo, écheles un vistazo a los movimientos sociales que empezaron a florecer a mediados del siglo XIX. Todos se basaron en principios de unicidad y compasión. Durante este período, también se convirtieron en una diversión popular las sesiones espiritistas y la presunta comunicación con los muertos. Intrigados por la idea de que los reinos invisibles ahora eran tan accesibles como nuestra realidad física, los espiritualistas perforaron el velo y en el proceso disolvieron los patrones de creencias que separaban a un mundo del otro.

En 1930, un ciclo de Urano después de que se viera a Neptuno por primera vez, fue descubierto Plutón. No es casual que apareciera del brazo de Adolf Hitler, Sigmund Freud, la Gran Depresión y la bomba atómica. Rector de las fuerzas de la vida, de la muerte y de los rincones secretos de la mente, Plutón nos llevó a las puertas del infierno y en el proceso desató nuestro lado oscuro. Duras lecciones sobre el uso y abuso del poder nos mostraron qué sucede cuando dejamos que ese aspecto de nuestra conciencia actúe descontroladamente, sin que ninguna reverencia por el Espíritu lo ilumine. Plutón casi nos mata; pero a cambio nos dio una comprensión más profunda de la fuerza de la vida.

Además del surgimiento de estos nuevos impulsos planetarios, la Inteligencia Universal empleó otras medidas, más directas, para apoyar nuestro despertar. En el siglo XIX el mundo fue bendecido por una oleada de almas cuyo propósito para encarnar implicaba reestablecer nuestra conexión con el espíritu. Los trascendentalistas, madame Blavatsky, los Rosacruces, Allan Kardec, MacGregor Mathers, A. E. Waite, Rudolf Steiner, Annie Besant, Krishnamurti, Georges Gurdjieff e, incluso, Aleister Crowley son apenas algunos de los que vinieron a abrir la mente colectiva y resucitar los recuerdos que estaban enterrados desde hacía mucho tiempo.

A medida que se fue desplegando el siglo xx, aparecieron muchas más luces para ayudarnos a salir de la oscuridad. Aun si tenemos una somera conciencia de los cambios que estamos a punto de atravesar, se la debemos a la plétora de sistemas metafísicos que florecieron en el siglo XIX y a los maestros que más tarde transmitieron esa sabiduría. Los principios de nuestra New Age no hubieran tenido con qué sostenerse si no hubiera sido por los que les prepararon el terreno mucho antes de nuestro tiempo.

Hablando del movimiento New Age, no podemos ignorar el hecho de que su surgimiento coincidió con el descubrimiento de Quirón. Siendo otro de esos planetas que aparecieron precisamente cuando las energías que rigen estaban listas para enraizarse en la mente colectiva, no hay que asombrarse de que el hippie zodiacal, también conocido como el Sanador Herido, apareciera en 1977. Quirón legitimó el arquetipo del inconformista y nos brindó la capacidad de enfrentar al sistema y romper con casi 13 000 años de programación. Sus frecuencias nos dieron el poder de cambiar lo que no funcionaba y, dado que está muy relacionado con trascender nuestras heridas primarias, Quirón también nos recordó que nada cambiará "afuera" hasta que no las superemos.

En cierto modo, Quirón le dio el toque final al trabajo que ya habían realizado Urano, Neptuno y Plutón. Mientras que ellos fueron quienes derribaron los antiguos paradigmas, Quirón nos dio el poder de soñar con uno nuevo. Proclive a enfoques nuevos, ciento por ciento naturales, de todas las cosas, Quirón fue la punta de lanza del movimiento ambientalista, del movimiento de sanación holística, del movimiento de energía libre y de todos los sistemas de autoayuda que surgieron a finales de los años setenta. Quirón incluso se animó a sugerir que la Iglesia estaba totalmente equivocada con respecto a Dios. Según él, el poder que le atribuimos a Dios está vivito y coleando dentro de cada uno de nosotros.

Al abrir nuestras mentes al pensamiento de que somos nuestros propios salvadores personales, Quirón dejó bien en claro que ningún Mesías puede hacerlo por nosotros. La tan esperada segunda llegada de Cristo es, de hecho, el despertar de la conciencia erística interior, y la medida en que podamos activar y corporizar este principio está íntimamente relacionada con cómo se despliega el Fin de los Tiempos. Dado que todos nos encontramos en el punto cero (no sólo es el universo el que está evolucionando aquí), cada uno de nosotros está atravesando el Gran Cambio de las Eras, observando los acontecimientos que están por revelarse a través de su propia, privada, ventana de experiencia.

¿Quién sabe cuántas vidas nos han traído a este lugar? ¿Y por qué nos toca ser los que despierten de una siesta de 13 000 años mirando el caño de un arma cargada? Aquí estamos, con la tarea de desmantelar la mayor bomba de tiempo de la historia, sin ningún manual de instrucciones y con trece milenios de falsas creencias que hacen más confuso todo el proceso. ¿Dónde está James Bond cuando lo necesitamos?
Tal vez, lo único que pueda consolarnos sea el hecho de que todos estamos en el mismo barco. Y ahora que tenemos clara nuestra posición, la siguiente pregunta es: "¿Y qué pasaría si el arma no estuviera cargada realmente?". De todos modos, apenas a un año del 2012, nos corresponde a todos examinar el Gran Cambio desde la mayor cantidad de perspectivas posibles y estar informados de lo que puede llegar a implicar.

Garrison, Cal

Namaskar
G S

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