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8 de agosto de 2016

LO FEMENINO CONSCIENTE: NACIMIENTO DE UN NUEVO ARQUETIPO

Por CONNIE ZWEIG

“…Las mujeres se hacen, no nacen. No habiendo pasado por los fuegos de la individuación, algunas continúan siendo niñas.

Despreocupadas y quizá descuidadas, quedan ligadas a los ideales de la infancia, la promesa de perfección, el sueño del potencial humano sin límites. Se quedan en la superficie sin contacto con las profundidades, llenas de sonrisas optimistas pero esencia femenina incapaces de soportar las cargas de la responsabilidad, las tensiones del compromiso, la sobria realidad de la adultez.





Otras se convierten en señoras. Pertrechadas con los símbolos y conductas de pareja de la feminidad tradicional, se forman a sí mismas para proveer las necesidades de otros. Conocidas en los círculos junguianos como mujeres “anima”, voluntariamente (aunque tal vez sin saberlo) cargan con las proyecciones de los hombres, adoptando las imágenes estereotipadas de belleza de la sociedad para complacerles y permanecer en contacto con ellos.

Otras se convierten en pseudo-hombres. Conocidas como mujeres “animus”, se forman a sí mismas para ser independientes, productivas y voluntariosas. Llamadas popularmente «hijas del padre», descartan las sendas de sus madres y se identifican más con el mundo masculino.”


“Una amiga me contó que, para esquivar la presencia constante y seductora de los hombres hacia los quince años, neutralizó su apariencia deliberadamente y aprendió a actuar bruscamente, como «un chaval». Hoy luce prendas de alta costura y tiene un aire de rigidez intransigente. Las mujeres “animus” tienden a ser hábiles en la primavera sociedad, competentes y llenas de confianza, excepto, tal vez, respecto a su propia feminidad, que no se expresa en formas típicamente atractivas. Los hombres gustan de entablar amistad y hablar con ellas, pero se van a otra parte a escoger compañeras románticas, lo cual puede dejarlas sintiéndose abandonadas y perplejas.

Para muchas mujeres, esta experiencia puede conducir a un doloroso conflicto interno entre sentirse poderosa en el mundo y sentirse atractiva como mujer. Pero también puede despertar a la mujer a su anhelo más profundo de ser auténticamente femenina, experimentarse a sí misma plenamente como ser humano femenino y, a la vez, ser un individuo fuerte e in- dependiente cuyo poder y autoridad brotan de su propio interior.

Hoy nuestra sociedad está tan estructurada que deja insatisfecho este anhelo. Como señalan Polly Young-Eisendrath y Florence Wiedemann en su libro “Female Authority“, la mujer no puede ser a la vez un adulto sano y una mujer ideal. Si adopta una actitud categórica y competente se la considera demasiado «masculina» y deja de ser atractiva para los hombres. O bien atrae hombres blandos e infantiles que buscan en ella fuerza y claridad. Por otro lado, si ella elige un estilo tradicional de feminidad, definido por los hombres y por una cultura masculina, se vuelve dependiente, desamparada y sin opciones. En ambos casos, muchas mujeres dicen sentirse profundamente insatisfechas como mujeres.

Por desgracia, las imágenes arquetípicas de la psicología profunda que hemos 0-00-Afrodita GoddessPamela Matthew (1)descrito más arriba no encajan con las necesidades más profundas de la mujer. Desarrollar sólo “la puella” (niña eterna), la mujer “anima” (Afrodita/amante) o la mujer “animus” (Atenea/amazona) significa dejar nuestras almas femeninas incompletas y sin respuesta a nuestra cuestión apremiante: ¿Qué significa ser mujer en un mundo de hombres para aquellas de nosotras que no queremos quedarnos en casa y «volvernos como nuestras madres» ni luchar agresivamente y «volvernos como los hombres»? ¿Qué ritos de paso nos permitirán imaginar y personificar un tipo de feminidad elegido conscientemente y que contenga los logros de nuestra independencia arduamente obtenida?
Durante los años que estuve investigando para preparar mi libro “Ser mujer”, descubrí pistas que apuntan a algunas respuestas.

Creo que, ante nuestras oportunidades económicas, educativas y psicológicas sin precedentes, estamos viendo emerger un nuevo arquetipo del desarrollo de la mujer-luz mujer. Mientras Marion Woodman habla de feminidad consciente, yo he preferido llamarlo «femenino consciente», designando el estatus femenino como principio arquetípico. Hay muchos pórticos que llevan a lo femenino consciente. Se abren de forma continua y simultánea para la mujer que trabaja su interior. Por ejemplo, necesitamos explorar las raíces de nuestras heridas madre-hija. Los sentimientos esenciales de cada niña acerca de sí misma, su cuerpo y sus relaciones con otros se basan en su vínculo con su madre. Ella es nuestra fuente, y ella es nuestro modelo de cómo ser mujer.

Como muchas relaciones madre-hija carecen tremendamente de intimidad y/o independencia, anhelamos la madre que nunca fue, y que nunca pudo ser. Por este motivo, como adultas, podemos querer aprender a «re-madrarnos» encontrando, a través de diversas opciones, medios para despertar en nosotras, esas cualidades maternales que buscamos. Para ello podemos volver a conectar con la niña interior, encontrar sustento y guía en una madre sustituta como una terapeuta o amiga, experimentar la condición de madre tan conscientemente como podamos, o recibir los dones de una abuela sabia.

Como escribe Kathie Carlson en “In Her Image“, hemos de estar dispuestas a sufrir a mujeres sanadoras nuestras madres en nosotras, ver las raíces de su conducta en nosotras, y perdonarla y transformarla en nosotras. También podemos realizar nuestra suerte común como mujeres, hallando en nuestra madre interior respuestas a la impotencia, las perversiones del espíritu o los potenciales distorsionados. Volvernos conscientes de los efectos negativos de nuestras madres en nuestra vida no es suficiente. Carlson añade: «es como si debiéramos aceptar a nuestras madres y llevarlas en nuestro interior psicológicamente, como ellas nos llevaron en su día físicamente».

Además, necesitamos explorar las raíces de nuestras heridas padre-hija. Estas raíces son profundas e incluyen nuestras conexiones entrelazadas con nuestro padre personal, otros hombres significativos, la cultura patriarcal en que vivimos y el principio interior masculino (animus). Todos estos factores contribuyen a yin-yan formar nuestras imágenes y expectativas de los hombres y del ámbito masculino. Cuando empezamos a clarificar su dinámica oculta y nos hacemos conscientes de ella, empezamos a «re-padrarnos». Igual que nuestras madres, nuestros padres no pudieron satisfacer las necesidades sobrehumanas que cuando éramos niñas proyectamos sobre ellos. A veces, por desgracia, tampoco pudieron satisfacer las necesidades demasiado humanas, quizá debido a la insuficiencia de sus propios padres.

Así, la mayoría de las mujeres tienen sentimientos muy heridos en relación con sus padres, que abarcan desde el odio intenso a la adoración idealizada. Para desarrollarnos psicológicamente, necesitamos examinar cuidadosamente estos sentimientos y sus efectos en nuestras vidas. Necesitamos mirar de cerca cómo nos hemos apropiado de las cualidades de nuestros padres o las hemos rechazado, cómo nos hemos identificado con nuestros padres y vuelto como ellos, cómo los hemos temido y cómo nos hemos rebelado.

Por ejemplo, una mujer me explicó que había adoptado a propósito algunos de los rasgos de su padre y quiso ser tal como él la quería. Su hermana, por el contrario, se fue en dirección opuesta para frustrar los deseos de su padre. En el primer caso, la mujer intentó vivir la vida que él no había vivido; en el segundo, intentó huir de su1-Francene Hart dancingeternity influencia. Sin embargo, desde el punto de vista de la individuación, ambas están atrapadas en una dinámica determinada por intensos sentimientos respecto a él y no por sus propias decisiones adultas.

Nuestros padres también tienen una gran influencia en cómo experimentamos nuestro poder y belleza. El “anima” del padre (su imagen femenina interior) puede ser llevada inconscientemente por la hija, dándole una sensación de dominio sobre él, pero atrapándola en imágenes masculinas de la belleza y feminidad. Por otra parte, el padre puede devaluar la feminidad de su hija, criticando su creciente elegancia o sus maneras hombrunas y erosionando su naciente confianza en sí misma. En ese momento, ella empieza a anhelar ser una mujer distinta de la que es. Más tarde en la vida, cuando somos atraídas hacia amantes y parejas, nuestros padres (ya plenamente interiorizados) continúan afectando nuestras decisiones y comportamientos.

Las mujeres con padres ausentes pueden proyectar sus ideales, imaginarios y perfectos, sobre otros hombres, buscando siempre a «el que se fue» y que sabe hacer bien las cosas. Otras buscan el opuesto de sus padres, las cualidades de su sombra, decididas, aun sin saberlo, a no recrear la relación original padre-hija.

Por ejemplo, entrevisté a una mujer cuyo padre continúa siendo una figura muy cariñosa y entregada en su vida. Es muy simpático hablando, consiguió tener éxito en los negocios y aprecia mucho el conocimiento de la política y la historia. Durante vitalidad femenina años, esta mujer ha tenido relaciones íntimas con hombres que, a diferencia de su padre, son poco mundanos y no tienen éxito en las finanzas, y cuya prioridad es el desarrollo de sus capacidades emocionales y psíquicas. Ella ha buscado el opuesto de su padre, casi como si un hombre así fuera suficiente en su vida.

Por estas y otras razones, es esencial empezar a clarificar las complejidades de esta relación primaria. Tanto si nos identificamos abiertamente con nuestros padres como si abiertamente les rechazamos, no seremos libres para crear una feminidad propia hasta que detectemos esta mano invisible en nuestro destino.


El padre y otras figuras paternas en la vida de la mujer son también la fuente de su  (el elemento interior masculino). Así, «re-padrarnos» implica despertar y aislar este elemento del inconsciente. Los arquetipos de “animus” y “anima” son modelos universales que se hallan en la psique humana. Jung empleó estos términos en relación con el latín “animare”, que significa vivificar, porque consideró que actúan como espíritus vivificadores en hombres y mujeres.”

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