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2 de marzo de 2017

La menstruación secuestrada

SILVIA MELERO ABASCAL
Mancha, huele y en muchos casos duele. Pero en los anuncios sigue apareciendo como un líquido azul. Aunque cada vez se habla más de la menstruación (gracias a la labor pedagógica de las activistas menstruales), aún es un tema que permanece oculto. Porque tiene que ver con el cuerpo de la mujeres. Si los hombres menstruaran igual hoy tendríamos otro sistema social y laboral. Y tal vez se hubiera investigado más la regla. Y quizá no se aceptaría el dolor como ‘normal’.


 “La menstruación es un tabú porque poner el foco en ella plantearía hacer un cambio en el sistema social y laboral”. Alicia Domínguez es especialista sanitaria, psicóloga, doula y autora del blog Üteropías. “Empecé a fantasear con la idea de cómo sería una sociedad organizada desde la salud femenina. Me la imagino más centrada en lo creativo que en lo productivo o lo competitivo, con un tono de relación amable, sin prisa, sin estrés asumido como normal, desde el cuidado, donde seamos dueñas de nuestro cuerpo y funcionemos según nuestras necesidades biológicas de descanso, placer o actividad. Desde un punto de vista auto-regulado y no socio-regulado”.
Cuando empezó a conocer los condicionantes socioculturales que influyen en la salud uterina (provocando patologías) se dedicó a profundizar en los procesos ginecológicos y fisiológicos. “Es revelador y revolucionario conocer tu cuerpo, tu menstruación, tus ciclos… Tiene una capacidad de generar cambios muy potente”.
Con su proyecto La Vía del Útero ofrece talleres a grupos de mujeres. “Nuestro útero responde a determinadas emociones. Vemos cómo es un útero que funciona de una forma saludable. Se trata de recuperar un lugar de referencia que no tenemos. Durante mucho tiempo ha sido concebido sólo como un espacio para tener hijos o un lugar de enfermedad y de dolor, no como vivencia en el cuerpo de la mujer. El útero fisiológicamente es un lugar de placer y de salud”.
El problema es que toda esa información no es tan accesible. Cuando a una niña le viene la regla, la frase que suele recibir es: “Ten cuidado, a partir de ahora te puedes quedar embarazada’. Desde ese momento, vivirá la menstruación como un tabú. Para normalizarla y visibilizarla, Diana Fabianoba dirigió el documental La Luna en ti, una película que ha cambiado la vida de muchas mujeres. “Las cartas que recibo me emocionan, mujeres que entendieron que no son las únicas a las que les pasan cosas, no son raras, no son cosas suyas. El dolor no es parte de ser mujer, no es su destino por ser mujer. Los médicos nos dicen que es lo normal, que la menstruación duele, que vas a parir con dolor. Lo han convertido en Biblia. Nadie debería sentir dolor, hay que cambiar eso. No hay una receta única, pero sí caminos individuales para cada una. Yo encontré el mío y me funcionó”.
"El útero es un lugar de placer y de salud"
El documental muestra, por ejemplo, cómo la danza del vientre de la terapeuta Mónica Lanzadera provoca cambios en las mujeres que se dedican a ellas mismas y ponen su atención hacia adentro”. El 80% de las mujeres sufre molestias físicas y psicológicas durante la menstruación. Sólo al síndrome premenstrual se le atribuyen 150 síntomas diferentes. Diana se fijó en que a nadie parece importarle que haya millones de mujeres infelices y un extraño silencio en torno a la menstruación. “Si a las mujeres se les deja espacio para menstruar sin presión, ellas son mucho más productivas en el resto del mes, si se acepta su propia naturaleza con sus espacios de descanso y cuidado, luego se rinde mucho más. Es bueno para la economía”.Para seguir divulgando, la directora hizo un segundo documental (Monthlies) dirigido a adolescentes, en el que desmonta mitos y aborda el tema con información y claridad.
Menstruar mola
Erika Irustra, investigadora, pedagoga y activista menstrual, asegura que ‘menstruar mola’. Lleva años dedicada a la educación a través de El Camino Rubí, una web que alberga la primera comunidad sobre ciclo menstrual (con escuela online incluida). “No puede ser que la mitad del planeta tenga el cuerpo mal. Yo no estoy mal. El mundo se ha diseñado sin la mitad del planeta y sobre ella. El problema es cómo se gestiona. Asumimos que el dolor es cosa nuestra, que es intrínseco o propio del cuerpo femenino, no del entorno estresante del sistema productivo. Nos sentimos culpables todo el rato y eso genera estrés y alteración hormonal con puntos de dolor. La manera en que comemos o dormimos (o no) nos afecta. Esto nos enferma. Aceptamos que somos nosotras las que fallamos. Respuesta que te dan: Ibuprofeno o ten un hijo”.
"El mundo se ha diseñado sin la mitad del planeta
y sobre ella"

La investigadora explica que los temas de educación sobre la regla están en manos de la industria de higiene femenina o reproducción, sin tener en cuenta factores biológicos o emocionales, abordando la cuestión sólo desde la parte médica, farmacológica o de productos como compresas o tampones. A la industria tampoco le interesa hablar de la copa menstrual, una opción más ecológica, económica y saludable.
“La causa fundamental del tabú es que nosotras menstruamos y ellos no. Tenemos cuerpos de segunda. Si menstruaran ellos, el sistema social se organizaría en torno al ciclo menstrual. Seguimos regidos por una cultura judeocristiana, con cimientos culturales por los que las mujeres tenemos que superar el cuerpo que somos”. Y aunque hablar de la menstruación cada vez es más frecuente, asegura que se da una falsa normalización. “Hay una idea de que no es un tabú, es normal, es algo fisiológico, no pasa nada. Pero eso es mentira. Las compresas en los anuncios de televisión siguen manchándose de líquido azul. Las mujeres seguimos creyendo que no nos afecta, con un discurso normalizador que hace que no entendamos necesario conocernos. Pero cuando compartimos, nos damos cuenta. Tienes razón. No estás loca. Eres cíclica. No te pasa sólo a ti. Nos pasa a todas”.
"Las compresas en los anuncios de televisión siguen manchándose de líquido azul"
Para Diana, hay mucho interés aún hoy en que siga siendo un tabú por varios aspectos, uno de ellos económico. “Se convierte en vergüenza social menstruar, manchar la ropa. Muchas mujeres se ponen tampón e incluso compresa a la vez para asegurar que no se manchan, o cambian con más frecuencia la compresa para que no se note. Las multinacionales lo saben, les interesa que nos siga dando vergüenza. Las mujeres en Inglaterra hace unos meses salieron a la calle para decir que no quieren pagar el impuesto de lujo que llevan estos productos. Saben que nos callamos, que nos da vergüenza hablar de esto, que lo tapamos. Hacemos invisible la regla, como si no existiera. Estar guapa y deseable es estar sin sangre”.

 La menstruación secuestrada

Y recuerda también el aspecto político. “La menstruación fue un argumento para que una mujer no fuera piloto o jefe porque no se podía confiar en su capacidad y responsabilidad, dada su inestabilidad. Argumento también para no ser sacerdotisas, son impuras, no son limpias, no hay que tocarnos cuando menstruamos. Llevamos milenios con esto en las religiones”.
En su documental habla de esa impureza por la que el catolicismo dictaba qué podían hacer o no las mujeres dado que la sangre menstrual ‘nublaba’ su capacidad para pensar.
Sobre tradiciones y mitos
Aunque la mayoría de las supersticiones sobre la menstruación son negativas, en Eslovaquia una antigua tradición cuenta que durante el invierno las chicas que estaban menstruando eran arrastradas en trineo por los campos para fertilizar la tierra. Diana entrevistó en México a la abuela Margarita, una sabia curandera maya. “Aprendí muchas cosas, ella y su tribu ven la sangre menstrual como algo muy valioso que hay que agradecer a la Madre Tierra. Riegan plantas y flores con sangre menstrual, les parece terrible tirar esos nutrientes, establecen ese vínculo con la tierra y la fertilidad”. Hay culturas en las que se enseñaba a las chicas desde edades tempranas a trabajar con sus cuerpos, aprendiendo a ejercitar el útero (el músculo más elástico). Los partos eran indoloros, incluso orgásmicos. Lo que en otras épocas fue fuente de poder femenino, hoy es motivo de pérdida de poder y se vive como algo sucio.
Alicia subraya que en los años 50 se hicieron investigaciones sobre el útero y encontraron que en determinadas culturas no se concebía el dolor del parto y que para algunas mujeres incluso era un proceso placentero. “Luego Casilda Rodrigáñez ha hecho un trabajo precioso de recuperación de la información sobre sexología (que se ha quedado fuera de la información masiva a la que accedemos).
"Lo que en otras épocas fue fuente de poder femenino, hoy es motivo de pérdida de poder"
Los partos son dolorosos porque el útero está contraído. Durante una menstruación, un orgasmo y un parto, lo que pasa en el útero es lo mismo: se está moviendo. El útero en su estado de salud tiene un movimiento libre, tiene pulso”. Nuestras posturas corporales, la rigidez, la autoestima, la exigencia e imposición de un canon estético, las tensiones y otros factores lo contraen y eso genera dolor.
Una propuesta es recuperar la sensación física del útero y relajarlo. “Si tienes contracciones muy fuertes durante la regla, puede ser un desajuste bioquímico, a lo mejor lo puedes resolver con la alimentación, con magnesio. Pero otro aspecto importante es la relajación del útero”. Cita a Mónica Felipe-Larralde, autora del blog (Estudio sobre el útero), en el que plantea una relajación sencilla. Los resultados de su estudio demostraron que al hacer diariamente la relajación uterina, la mayoría de las mujeres dejaron de tener dolores menstruales. Para Alicia, liberar el cuerpo de la mujer es una revolución social. “Que la mujer conecte con su cuerpo y libere su sexualidad (la sexualidad no es sólo genitalidad, es energía vital), sus procesos hormonales, su capacidad creativa en sus ciclos de fertilidad. Tenemos muy avanzado el discurso de la igualdad y el feminismo pero en la práctica cotidiana tenemos muchos condicionantes interiorizados (sumisión, no demostrar demasiado placer, no expresar sensualidad).Se trata de recuperar eso pero para nosotras mismas, no con el fin de ser objeto de deseo. Recuperar nuestro sistema de placer como sistema de salud”.
Erika afirma que el autoconocimiento implica una revolución mundial. “Implica una cultura de la menstruación, del cuidado, para no tener enfermedades que no se investigan porque son nuestras. Yo creía que tenía un problema, que tendría que ir al psicólogo. De repente una semana me pongo a llorar, otra me río, ¿qué es esto? Me siento bien ahora en mi pellejo, menos vulnerable. Dejar de ser tu mayor enemiga para sentirte adecuada, apropiarte de tu cuerpo. Cuando naces niña es tuyo pero te lo alquilan. Hasta el Estado puede legislar sobre él. Vivimos como zombis en un cuerpo que no conocemos”.

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