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9 de septiembre de 2017

El Hijo de Dos Mundos

Artículo de Francesco Boer traducido por Phileas del Montesexto

Imagen de Philosophia Reformata de Johann Daniel Mylius

El arquetipo del hijo simboliza la síntesis milagrosa de dos realidades opuestas y aparentemente irreconciliables. Es un símbolo que todavía está vivo, y que todavía aparece en historias recientes. En 1984, por ejemplo, se emitió una popular serie de televisión norteamericana llamada “V: Invasión extraterrestre”. La historia trataba sobre una raza alienígena con aspecto reptiliano que quería conquistar la tierra: este es un simbolismo generalizado que combina el tema de la invasión con la
desconfianza atávica que nos inspiran los reptiles, ya representada anteriormente como enemiga de la humanidad en la imagen mítica del dragón.

Nacimiento de Elizabeth
Uno de los personajes más importantes de la historia era Elizabeth Maxwell, una bebé nacida de la relación sexual entre un ser humano y un alienígena. El crecimiento de Elizabeth seguía un ritmo acelerado, mucho más rápido que el de un bebé humano normal y unas horas después de su nacimiento, su apariencia ya era la de una niña de ocho años.
Este crecimiento acelerado es, obviamente, un recurso narrativo para introducir rápidamente al personaje en la historia teniendo en cuenta que durante años no sería capaz de hablar. Sin embargo, este maravilloso envejecimiento también es parte de una serie de signos extraordinarios que muestran que la hibridación es una cosa milagrosa, mucho más que una simple suma de las características de las dos especies. En pocos días, Elizabeth alcanzó la edad aparente de dieciocho años, demostrando estar en posesión de poderes telepáticos y telequinéticos, y teniendo la posibilidad ver el futuro. Su papel terminará siendo fundamental para recomponer el conflicto entre los visitantes y los terrícolas.


El contacto de amor entre dos mundos diferentes genera un hijo que trasciende las dos naturalezas, que tiene la capacidad de crecer rápidamente y que está dotado de poderes especiales, siendo capaz de traer la paz entre las dos facciones. El mismo patrón simbólico aparece en otros programas de ciencia-ficción, como Falling Skies (2011-2015), donde Alexis era hija de una mujer inseminada artificialmente con materia genética alien durante un experimento realizado por una especie que está invadiendo el planeta tierra. También en este caso, el bebé crece muy rápido, alcanzando en pocos meses la apariencia de una niña. Sus poderes están muy desarrollados y se asemeja a un dios, y esto se convertirá en un elemento clave para derrotar a los agresores.
Otro ejemplo podemos hallarlo en el remake de Battlestar Galactica del año 2003. El oponente en este caso son los Cylons, una forma de vida artificial creada por la propia humanidad. Incluso aquí, el enemigo simboliza al Otro, una imagen que a primera vista nos parece totalmente extraña, pero que de hecho refleja la parte oscura de la humanidad misma. No es casualidad que los Cylons nacieran con una apariencia completamente robótica, llegando a evolucionar a través de un proceso de auto-perfeccionamiento hasta que puedan asumir una apariencia exterior completamente humana.
De la historia de amor entre un humano y una cylon nació Hera Agathon, una niña que -aunque no crece tan rápidamente como sus homólogos- tiene poderes curativos y de precognición, y juega un papel muy importante en la resolución de la historia.
Se pueden encontrar otros ejemplos similares (1), pero lo importante es destacar cómo esta estructura narrativa no es una invención reciente, sino que, por el contrario, refleja en una nueva forma un símbolo que difundido desde la antigüedad.
El alienígena es, de hecho, un protagonista del imaginario moderno, pero detrás de su fachada refleja el mismo “totalmente diferente” que antiguamente aparecía en lo sagrado. Dioses, ángeles y demonios ya no son tomados en serio por el público en general. Sin embargo, estas figuras imprimieron conceptos importantes en el alma humana y sin ellas no podría habido manifestarse. De este modo, este rol ha pasado a ser desempeñado por los extraterrestres, dado que ellos también provienen del cielo, y son infinitamente más poderosos que los seres humanos. Incluso algunos llegan suponer que han sido los creadores de la vida en la Tierra. La superposición funcional es tan fuerte que algunos han hipotetizado que los antiguos dioses eran realmente alienígenas. En cierto sentido, en cambio, sería justo decir que los alienígenas del imaginario moderno son los dioses del pasado que se han camuflado para sobrevivir (2).

El Hijo de las Estrellas, el híbrido mitad celestial y mitad terrenal, tiene raíces antiguas. En la antigua Grecia encontramos innumerables semidioses, hijos nacidos de la unión de mortales y deidades del Olimpo. En las leyendas artcurianas, Merlín es el hijo de una princesa concebida por un demonio. El aspecto principal del cristianismo es, pues, la unión en la figura de Jesucristo de una naturaleza humana y una naturaleza divina.
Incluso en estos niños, los poderes sobrehumanos a menudo se manifiestan con una notable precocidad. Este es el caso, por ejemplo, de Heracles, que todavía estaba en la cuna cuando estranguló con sus manos a las serpientes que Hera había enviado para matarlo.

La conjunción de dos naturalezas diferentes es también una de las enseñanzas más importantes de la alquimia, y se simboliza de varias maneras, por ejemplo con la unión del Sol y la Luna (“Sol est eius coniugii pater et alba Luna Mater, tertius succedit, ut gubernator, Ignis“):

Imagen de Symbola Aureae Mensae de Michael Maier, 1636


Más abiertamente también se simboliza en la imagen del matrimonio (“Lapis habetur ex matrimonio Chabrici & Beiae“):

Imagen de Symbola Aureae Mensae de Michael Maier, 1636







E incluso está implícito en el símbolo del acto de amor (“Corpus infantis ex masculo et foemina procedit in actum”):

Imagen de Symbola Aureae Mensae de Michael Maier, 1636









No es casualidad que la Piedra Filosofal sea designada como “Infans Noster” o “Filius Philosophorum”. También existe un paralelismo entre la Piedra y Cristo, expresada en particular en el símbolo del Niño Jesús (“Lapis, ut infans, lacte nutriendus est virginalis”):

Imagen de Symbola Aureae Mensae di Michael Maier, 1636





En su “Liber Novus”, Jung menciona de este modo el significado divino del símbolo del niño: “El espíritu de la profundidad me enseñó que la vida está circundada por el niño divino. De su mano me vino todo lo inesperado, todo lo viviente. Este niño es lo que siento como una juventud que brota eternamente en mí“. (3)
Jung colaboró ​​con el historiador Kerényi en un trabajo titulado Introducción a la esencia de la mitología, dedicado principalmente a la figura del niño divino. En él puede leerse: “Un aspecto fundamental del motivo del niño es su carácter de futuro. El niño es futuro en potencia. Por eso, la aparición del motivo del niño en la psicología del individuo suele significar una anticipación de desarrollos futuros, aunque a primera vista parezca tratarse de una formación retrospectiva. La vida, no hay que olvidarlo, es un transcurrir, un fluir hacia el futuro, y no una marea en retroceso. Por eso no es de extrañar que los salvadores míticos sean muchas veces dioses-niños. […] Es, por eso, un símbolo que une los opuestos, un mediador, un salvador, es decir, un hacedor-de-la-totalidad”. (4)
El niño es, pues, el símbolo de la unidad inicial recuperada: la fractura inherente al devenir que termina recomponiéndose y que, por un momento, hace brillar la fuente eterna en la que todos los destinos son todavía posibles.

Notas del texto
(1) Otro ejemplo de esto puede encontrarse en el capítulo de “Star Trek: Next Generation”titulado “The Child” (temporada 2), donde la consejera Deanna Troi queda embarazada de una entidad alienígena y, al cabo de 36 horas, da a luz a un niño aparentemente normal, al que llama Ian Andrew. El niño se desarrolla muy rápidamente y en pocas horas tiene la apariencia de un niño de 4 años. (Nota de Phileas)
(2) Según Mircea Eliade: “El cinematógrafo encierra aún esa enorme posibilidad de narrar un mito y de camuflarlo maravillosamente, no sólo en lo profano, sino incluso en cosas casi degradadas o degradantes. El arte del cinematógrafo trabaja tan estupendamente con el símbolo que incluso éste no llega a verse, pero se le presiente enseguida.” Véase: “La prueba del laberinto” (Nota de Phileas)
(3) Jung, Carl Gustav: “El Libro Rojo”.
(4) Jung, Carl Gustav y Kerényi, Károly: “Introducción a la esencia de la mitología”

  



La Consejera Deanna Troi y su bebé


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